Revista Científica UDO Agrícola Volumen 9.
Número 4. Año 2009. Páginas: 711-727
Lípidos, alimentos y sus
suplementos en la salud cardiovascular. I.
Fuentes marinas
Lipids, foods and their supplements on cardiovascular
health. I. Marine sources
Auristela
del Carmen MALAVÉ ACUÑA 1,
Jesús Rafael MÉNDEZ NATERA2 y Yemina Josefina FIGUERA CHACÍN 3
1Departamento
de Ciencias, Unidad de Estudios Básicos y 2Departamento de
Agronomía, Escuela de Ingeniería Agronómica. Universidad de Oriente, Avenida
Universidad, Campus Los Guaritos,
Maturín, 6201, estado Monagas, Venezuela y 3Hospital Universitario
Dr. Manuel Núñez Tovar, Departamento de Medicina Interna. Avenida Bolívar,
Maturín, 6201, estado Monagas. E-mails: auris797@gmail.com, jmendezn@cantv.net
y yeminafiguera@gmail.com Autor para
correspondencia
Recibido:
20/09/2009 |
Fin de
primer arbitraje: 08/12/2009 |
Primera
revisión recibida: 15/12/2009 |
Aceptado:
22/12/2009 |
RESUMEN
Las prácticas de un estilo
de vida saludable juegan un papel clave en la prevención y tratamiento de la
enfermedad cardiovascular, donde los enfoques dietéticos específicos son una
estrategia central para una calidad de vida optima. La dislipidemia es una condición en la cual
hay un desbalance en el perfil lipídico del suero que puede ser producido por
diferentes factores que incluyen hábitos dietéticos. Actualmente, las recomendaciones dietéticas
comunes para reducir los factores de riesgo cardiovascular están basados
principalmente en la comida marina como fuente de ácidos grasos w-3, que incluyen al ácido eicosapentanoico
(AEP, 20:5 w-3) y docosahexaenoico (ADH,
22:6 w-3), los cuales son propuestos como los
nutrientes clave responsables de los potenciales efectos
cardioprotectivos. Estos ácidos grasos w-3 son consumidos a partir de pescado,
mariscos y/o suplementos de aceite de pescado. Además de proveer ácidos grasos w-3, el pescado es una excelente fuente de
otros nutrientes que pueden tener efectos sinérgicos para cardioprotección El propósito de este artículo es revisar y
actualizar la evidencia basada en la literatura, a partir de estudios
observacionales y clínicos, relacionados con los enfoques dietéticos donde los
ácidos grasos w-3 desempeñan un papel
importante como componente de la dieta para una máxima reducción del riesgo
cadiovascular.
Palabras clave: Perfil lipídico, alimentos marinos, ácidos grasos w-3, cardioprotección.
ABSTRACT
Healthy lifestyle practices play a key role in preventing and treating
cardiovascular disease, where specific dietary approaches are a central
strategy for optimal life quality.
Dyslipidemia is a condition in which there is a desbalance in the serum
lipid profile that can be produced by different factors including dietary
habits. At this time, current dietary guidelines to reduce cardiovascular risk
factors are mainly based in seafood as source of w-3 fatty acids, including eicosapentaenoico acid (EPA, 20:5 w-3) and docosahexaenoico acid (DHA, 22:6 w-3), which are proposed to be the key nutrients responsible for the
potential cardioprotective effects. These w-3 fatty acids can be intake from fish, shellfish and/or fish oil
supplements. Although fish provides w-3 fatty acids, it also is an excellent source of other nutrients that
may have synergistic effects for cardioprotection. The propose of this article is to review the
updated evidence-based literature, from observational and clinical studies,
regarding dietary approaches where w-3
fatty acids perform a eminent role as component of diet for maximal
cardiovascular risk reduction.
Key words: Lipid profile, seafood, w-3
fatty acids, cardioprotection.
INTRODUCCIÓN
Los alimentos proporcionan la
energía y los materiales de construcción para las innumerables sustancias que
son esenciales para el crecimiento y la supervivencia de todos los organismos
vivientes del planeta; cuyo suministro hoy en día depende en gran medida de la
agricultura intensiva, del cultivo industrial, de la piscicultura o de otras
técnicas que aumentan las cantidades de alimentos producidos con una
disminución en los costos (Wikipedia, 2009a).
Es bien conocido que los hábitos alimenticios juegan un importante rol
tanto en el mantenimiento de la salud como en la prevención de enfermedades
siendo así una consecuencia de la calidad de vida de hoy en día (Darnton-Hill et al, 2004; Anlasik et al, 2005; Block et al, 2007; Yahia et al,
2008; Delisle et al, 2009), cuyo
deterioro engloba una relación íntima con el ritmo de vida que obliga a comer
“cuando se puede y lo que se puede” lo que va acompañado con una deficiencia de
nutrientes generalizada entre la población debido a varios fenómenos tales
como: menor ingesta de alimentos, agotamiento de los sueldos, excesiva
manipulación de los alimentos, desacertadas elecciones alimentarias y dietas
restrictivas que son, entre otras, las razones del porque en las últimas
décadas más y más personas, particularmente en las grandes ciudades del mundo,
acuden a los suplementos dietéticos para suplir sus deficiencias en la ingesta
de nutrientes (Radimer et al, 2004;
Block et al, 2007; Brambilla et al, 2008; Dickinson et
al, 2009; Hill et al, 2009; Lee y
Kim, 2009) con un predominio de la población conformada por adultos mayores
(Qato et al, 2008).
Los suplementos dietéticos,
también conocidos como suplementos alimenticios o nutricionales, son productos
elaborados con la finalidad de cubrir la deficiencia de nutrientes, tales como
vitaminas, minerales, ácidos grasos, fibras, etc.; que no son ingeridos en
cantidades suficientes a través de la dieta (Ervin et al, 2004; Radimer et al,
2004; Wikipedia, 2009b) en pro de beneficiosos efectos saludables (Blumenthal,
2003; Clegg et al, 2006, Kemper et al, 2007) debido a sus bondades
protectivas contra algunas enfermedades crónicas (Willett y Stampfer, 2001;
Fletcher y Fairfield, 2002). A pesar de
que a lo largo de la década actual, una gran diversidad de encuestas realizadas
en los Estados Unidos arrojan la gran
demanda y el incremento de usuarios, en su mayoría mujeres, por los suplementos
(Kaufman et al, 2002; Radimer et al, 2004; Gardiner et al, 2006a; Block et al, 2007; Qato, et al,
2008); también surgieron artículos reportando sus potenciales efectos adversos
(AREDS, 2001a; 2001b; Chylack et al, 2002; Ohtake et al, 2005;
Huang et al, 2006; Howes, 2007; 2009;
Sadovsky et al, 2008). No obstante, una encuesta muy reciente
llevada a cabo en una población de profesionales de la salud, médicos y
enfermeras de ese país, reportó que en su mayoría los mismos son usuarios de
estos productos por lo que en muchos casos los recomiendan a sus pacientes (Dickinson et al, 2009); lo cual confirma la
veracidad de algunos reportes previos en cuanto al uso de los suplementos por
parte de los trabajadores del área de la salud (Frank et al, 2000; Howard et al,
2001; Gardiner et al, 2006b; Spencer
2006; Kemper et al, 2007).
En el mundo de hoy, la demanda
de los suplementos dietéticos no es más que producto de la necesidad de los
usuarios por contrarrestar los inconvenientes propios de los estilos de vida
actuales que conllevan al daño progresivo impidiendo el disfrute de una salud
global óptima y donde figuran las dislipidemias como una de las causas más
comunes del deterioro de la calidad de vida debido a su devastadora y
consecuente correlación progresiva de aterosclerosis y alta incidencia de
enfermedad cardiovascular (Salminen et al,
2006; Ruixing et al, 2007; Kannel y
Vasan, 2009). De allí entonces, que
muchas personas con alteraciones en su perfil lipídico, que incluyen
principalmente desequilibrios de los niveles de colesterol, triglicéridos y
lipoproteínas; acudan a los suplementos de fuentes botánicas, específicamente
fitoesteroles (Demonty et al, 2009;
Deng, 2009; Kamal-Eldin y Moazzami, 2009; Schiepers et al, 2009), y de fuentes marinas (He, 2009) como una valiosa
alternativa para superar tales patologías.
A lo largo de las últimas dos
décadas, los suplementos de aceite de pescado, práctica y exclusivamente la
única fuente de ácidos grasos omega-3 (w-3), han sido los más extensivamente utilizados debido
a sus grandes bondades cardioprotectivas (Wang et al, 2006; Metcalf et al,
2007; Lee et al, 2008; de Ross et al, 2009; Sadovsky y Kris-Etherton,
2009; Wertz, 2009). Sin embargo, otros
son de la opinión que la mejor alternativa al problema de las dislipidemias
está en los cambios necesarios del estilo de vida que involucren dietas
adecuadas mediante la ingestión directa de los alimentos a manera de
proporcionar los nutrientes requeridos de acuerdo a las necesidades
particulares de cada individuo (Lichtenstein et al, 2005; Mozaffarian y Rimm, 2006; He, 2009; Hill et al, 2009; Pérez-Guisado et al, 2009; Polidori et al, 2009; Romaguera et al, 2009). En este aspecto, ya desde los años 70 comenzó
a ser evidente que un alto consumo de alimentos de origen marino,
principalmente pescado, estaba asociado con un bajo riesgo de enfermedades del
corazón (Kromhout et al, 1985), lo
cual está a su vez en estrecha vinculación con los hábitos alimenticios, siendo
la dieta mediterránea la mejor directriz nutricional en prevenir el desarrollo
de enfermedades crónicas y cardiovasculares, por lo que se ha mantenido a lo
largo de los años sirviendo de base en el establecimiento de nuevos patrones
dietéticos (AHA, 2009; Pérez-Guisado et
al, 2009; Romaguera et al, 2009;
Sofi, 2009). No obstante, el desafío
actual radica en el manejo del desbalance lipídico sobre todo en el control de
la hipercolesterolemia, principal factor de riesgo para aterosclerosis y
enfermedades cerebrovasculares y coronarias asociadas (Ginsberg y Stalenhoef,
2003; Meagher, 2004; Ballantyne et al, 2005; Steinberg, 2005), como uno de los más
grandes retos económico, social y médico enfrentados en el mundo de hoy en día.
Hasta la fecha, son
considerables las investigaciones relacionadas con estrategias y terapias
dietéticas, basadas tanto en alimentos y/o sus suplementos, enfocadas hacia la
prevención y reducción de los riesgos cardiovasculares, las cuales serán
revisadas a través del presente trabajo con la finalidad de dar a conocer los
aspectos epidemiológicos más destacados.
Generalidades
de los lípidos
Es difícil proporcionar una
definición científica acerca de los lípidos; sin embargo, tradicionalmente
pueden ser definidos como sustancias biológicas de naturaleza hidrofóbica por
lo general solubles en solventes orgánicos (Smith, 2000; Badui, 2006), por lo que
tales propiedades químicas hacen posible
que los mismos cubran un extenso rango de moléculas tales como ácidos grasos,
fosfolípidos, esteroles, esfingolípidos y terpenos, entre otros; dificultándose
así además, una clasificación que verdaderamente se ajuste a todos estos tipos
de compuestos (Christie, 2003). En tal
sentido, desde el año 2005 el consorcio Mapas de Lípidos (LIPID MAPS) en
conjunto con el Comité Internacional para
a)
Acilos grasos Ácido
eicosapentaenoico Ácido
docosahexaenoico b) Glicerolípidos Triglicérido
o triacilglicérido
|
Los lípidos desempeñan muchas
funciones en los organismos, además de ser la fuente de energía más importante,
ya que cada gramo genera 9 Kcal (38,2 KJ) en relación con las proteínas y
cabohidratos que producen 4 Kcal/g (17 KJ/g) cada uno; muchos cumplen una
actividad biológica, algunos son parte estructural de las membranas celulares y
de los sitemas de transporte de diversos nutrientes, otros son ácidos grasos
indispensables, vitaminas y hormonas, otros son pigmentos, etc. También actúan como aislantes naturales en el
hombre y en los animales, ya que por ser malos conductores del calor, el tejido
adiposo mantiene estable la temperatura (Badui, 2006).
Las grasas y los aceites son
los principales lípidos que se encuentran en los alimentos como contribuyentes
de la textura y, en general, a las propiedades sensoriales y de nutrición
(Cuadro 1); no hay una distinción entre ambos grupos, aún cuando algunos
consideran que las grasas son de origen animal y los aceites de origen vegetal,
o bien, las grasas son sólidas a temperatura ambiente mientras que los aceites
son líquidos. Sus principales fuentes
son las semillas oleaginosas (Méndez-Natera et
al, 2009) y los tejidos animales, terrestres y marinos ya que las frutas y
las hortalizas presentan normalmente muy bajas concentraciones, con algunas
excepciones como el aguacate, las aceitunas y algunos tipos de nueces (Badui,
2006).
Cuadro 1. Contribución de los
lípidos en tres atributos de los alimentos (Badui, 2006). |
|
Calidad |
Textura al dar consistencia y
estructura a muchos productos Lubricación y saciedad al consumirlos Color debido a los carotenoides Sabor gracias a las cetonas, aldehídos
y derivados carbonilos |
Nutrición |
Fuente de energía importante por la
oxidación Vehículo de vitaminas liposolubles Son ácidos grasos indispensables,
linoleico y linolénico Promueven la síntesis de miscelas y
de bilis Facilitan la absorción de las
vitaminas liposolubles |
Biológico |
Fuente de vitaminas A, D, E Y K El colesterol es precursor de la
vitamina D3, de corticosteoides y de ácidos biliares El ácido linoleico es componente de
las acilglucoceramidas de la piel El inositol favorece la transmisión
de señales El ácido araquidónico es precursor de
eicosanoides y lipoxinas El ácido docosahexanoico forma parte
de las membranas celulares Los ácidos poliinsaturados son
moduladores en la síntesis de eicosanoides Los fosfolípidos acetílicos ayudan a
la agregación de las plaquetas |
Perfil
lipídico y riesgo cardiovascular
Las enfermedades
cardiovasculares, que incluyen enfermedad coronaria y ataque fulminante,
constituyen la principal causa de muerte en diferentes países del mundo como
Latinoamérica (AHA, 2005; Rich, 2006; Thomas y Rich, 2007) siendo una bien
conocida consecuencia de las dislipidemias, las cuales están determinadas por
factores genéticos, demográficos y de estilo de vida (Talmud y Waterworth,
2000; Bermúdez et al, 2002;
Nethononda et al, 2004; Salminen et al, 2006; Ruixing et al, 2007). La dislipidemia es una
condición en la cual hay un desbalance en los niveles de lípidos y/o
lipoproteínas en el plasma sanguíneo, donde altos niveles de colesterol total
[TC] (Shekelle et al, 1981; EPDETBCA,
2001), triglicéridos [TG] (Jeppesen et al,
1998; Satoh et al, 2006), colesterol
de lipoproteína de baja densidad [LDL-C] (Achari y Thakur, 2004; Marz et al, 2004), simultáneo con bajos niveles de colesterol
de lipoproteína de alta densidad [HDL-C] (Gordon et al, 1989; Boden, 2000) están correlacionados con la progresión
de aterosclerosis y alta incidencia de enfermedad arterial coronaria (Sharrett et al, 2001). Además de funcionar como un
sistema de transporte
para colesterol, las lipoproteínas también distribuyen TG y
vitaminas liposolubles entre los diferentes tejidos del cuerpo (Rader y Hobbs,
2008), donde existen otras clases de partículas transportadoras de colesterol
denominadas lipoproteínas de muy baja densidad [VLDL] y de densidad intermedia
[IDL] conocidas, al igual que las LDL,
como “colesterol malo”
por su efecto
pro-aterogénico o factor de riesgo en la ocurrencia de enfermedades
cardiovasculares; mientras que las HDL constituyen el “colesterol bueno” por su
efecto anti-aterogénico y cardioprotectivo (Meagher, 2004; Nicholls et al, 2007; Fernández y Webb, 2008). En
este sentido, los desequilibrios en los niveles de colesterol (Fig. 1-e)
conducen a hipercolesterolemia, un predominante factor de riesgo para
aterosclerosis y enfermedades cerebrovasculares y coronarias asociadas
(Ginsberg y Stalenhoef, 2003; Meagher,
2004; Ballantyne et al, 2005; Steinberg, 2005), como uno de los más
grandes retos a enfrentar (AHA, 2005; Olshansky et al, 2005).
Alimentos
marinos y enfermedad cardíaca
Desde hace aproximadamente
tres décadas, es bien conocida la notoria asociación entre el consumo de
alimentos marinos y el riesgo de enfermedad cardiovascular, cuyas bajas
proporciones resultaban bastante evidentes en aquellas poblaciones ubicadas en
zonas costeras de los Estados Unidos (Bang y Dyerberg, 1972; Bang et al, 1976; 1980; Kromann y Green,
1980; Bjerregaard y Dyerberg, 1988; Middaugh, 1990; Newman et al, 1993) y de Japón (Keys, 1980; Hirai et al, 1980; Kagawa et al,
1982; Yamori et al, 1985), como una
consecuencia del alto consumo de pescado considerado desde entonces un alimento
saludable que dio inició a un amplio y extenso campo de investigación con
estudios clínicos y experimentación animal que indicaron a dos ácidos grasos w-3, ácido eicosapentaenoico (AEP) y ácido
docosahexaenoico (ADH), como los probables constituyentes activos (McLennan, 2001; Yuan et al, 2001; Hu et al,
2002; Albert et al, 2002; Leaf et al, 2003; Lemaitre et al, 2003; Mozaffarian et al, 2003; Mozaffarian et al, 2005; Yokoyama et al, 2007; Mozaffarian, 2006; Wang et al, 2006; de Roos et al, 2009; He, 2009). Sin
embargo, han surgido reportes conflictivos relacionados con los daños
potenciales de algunas especies de pescado que contienen mercurio, dioxinas y
bifenilos policlorados (WHO, 1998; CTEM, 2000; CFSAN, 2009; NCEA, 2009; RAIS,
2009; USEPA, 2009), que han originado controversia y confusión sobre sus
riesgos y beneficios en la dieta (Verbeke
et al, 2005; CFNAP, 2006). Puesto
que el mercurio se magnifica en las especies de los sistemas acuáticos como
metilmercurio, sus niveles se incrementan positivamente con el tiempo de vida
de cada especie; es decir, los predadores más grandes o especies de vida más
larga (pez espada, tiburón, etc) tendrán
mayor concentración de metilmercurio en sus tejidos; mientras que los más
pequeños o especies de vida más corta (salmón, mariscos, etc) tienen muy bajas
concentraciones (USDHHS, 2009).
Luego del estudio de Kromhout et al. (1985), como reporte pionero
indicativo de que un mayor consumo de pescado estaba asociado con una baja
prevalencia de enfermedad cardíaca, siguieron muchos otros cuyos resultados evidentemente
soportaron y reafirmaron tal asociación (Dolecek y Granditis, 1991; Rodríguez et
al, 1996; Daviglus et al, 1997; Albert et al, 1998; Yuan et
al, 2001; Hu y Willett, 2002; Hu et al, 2002); mientras que otros
reportaron la inexistencia para dicha asociación o, incluso, más bien la
existencia de un ligero incremento en el riesgo a tal enfermedad en personas
con un mayor consumo (Ascherio et al, 1995; Salonen et al, 1995;
Pietinen et al, 1997; Osler et al., 2003). En este aspecto, las altas concentraciones de
mercurio en peces podrían explicar las más altas proporciones de enfermedad
cardíaca fatal en finlandeses con alto consumo de pescado (Pietinen et al, 1997).
Un meta análisis de 13
estudios observacionales prospectivos indicó que aquellas personas quienes
comen pescado al menos una vez por semana tienen un más bajo riesgo (@15%) de fallecer por enfermedad cardiovascular que
aquellas que lo consumen cuanto mucho una vez por mes Whelton et al, 2004); mientras que en otro,
estudio de salud de médicos, no hubo asociación entre el consumo de pescado y
el riesgo a enfermedad cardíaca fatal (Ascherio et al, 1995). De esta
manera, los estudios observacionales sugieren que un modesto consumo de pescado
está asociado con un más bajo riesgo a enfermedad cardíaca fatal, pero no con
las no fatales (de Roos et al,
2009). Sin embargo, como sucede con todos los estudios
observacionales, otros factores de estilo de vida pueden haber confundido tales
asociaciones. Los efectos benéficos del consumo de alimentos marinos sobre
estas enfermedades, puede también depender del tipo de pescado; así, el consumo
de atún, u otro pescado horneado o asado, al menos dos veces por semana está
asociado con un más bajo riesgo de enfermedad cardíaca isquémica fatal
comparado con un consumo menor a una vez por mes; mientras que el consumo de
pescado frito o en sándwich no tiene efecto en la reducción del riesgo, pero si
tiende a incrementarlos (Mozaffarian et
al, 2003). Adicionalmente, riesgos
más bajos parecen estar más fuertemente relacionados con el consumo de especies
aceitosas (salmón, arenque, sardina, etc) más que de especies secas (bagre, pez
espada, bacalao, etc) (Oomen et al,
2000; Mozaffarian et al, 2003;
Mozaffarian y Rimm, 2006).
Ácidos
grasos w-3 y
cardioprotección
Los ácidos grasos w-3 son ácidos grasos poliinsaturados (AGPI n-3) que
tienen su primer doble enlace en la tercera posición, cuando son contados a
partir del metilo terminal de la molécula, siendo el más simple el ácido
α-linolénico (18:3 w-3), un derivado de las plantas presente en vegetales verdes y en
aceites tales como ajonjolí (Malavé y Méndez-Natera, 2005), girasol (Malavé y
Méndez-Natera, 2006), maní (Malavé y Méndez-Natera, 2007); así como también, en
cantidades un poco más elevadas, en linaza, canola, soya y nuez (USDA, 2006)
como fuentes para su consumo a través de la dieta. Dentro del cuerpo humano el
ácido α-linolénico, a través de una conversión de elongación de cadena
bastante limitada (< 10%), origina otros ácidos grasos w-3 de cadena más larga (Goyens et al, 2005; 2006). Como ya se mencionó, los ácidos grasos w-3 AEP (20:5 w-3) y ADH (22:6 w-3) son derivados casi exclusivamente de fuentes
marinas, de donde pueden ser ingeridos a través de la dieta por consumo de
pescado y/o suplementos de aceite de pescado, han sido propuestos como los
nutrientes claves responsables del efecto cardioprotectivo reseñado en una gran
cantidad de literatura a lo largo de la presente década (Benatti et al, 2004; Hooper et al, 2006; Wang et al, 2006; Metcalf et al,
2007; Yokoyama et al, 2007;
Mozaffarian, 2007; 2008; Gissi-Hf, 2008; Lee et al, 2008; de Roos et al,
2009; Ginsberg et al, 2009; He, 2009;
Micallef y Garg, 2009; Padma y Devi, 2009; Riediger et al, 2009; Sadovsky y Kris-Etherton, 2009; Seki et al, 2009; Tvzická et al, 2009).
Los mecanismos exactos a
través de los cuales los ácidos grasos w-3 influyen en los eventos cardíacos aún no están bien
establecidos, pero una gran cantidad de evidencias sugieren su relación en
efectos favorables globales sobre perfil lipídico (Harris, 1997; Waknine, 2004;
Eslick et al, 2008; Sadovsky y
Kris-Eterton, 2009; arritmias (Kang y Leaf, 1996; 2000; Albert et al, 1998; 2002; Huikuri et al, 2001; Whelton
et al, 2004; Mori y Woodman, 2006), actividad plaquetaria (Scheurlen et al, 1993; James et al, 2000), inflamación y función endotelial (De Caterina et al, 1998; Sanderson y Calder, 1998;
Hughes y Pinder, 2000; Miles et al,
2000; Calder, 2001; Madsen et al,
2001; Berstad et al, 2003;
Fernández-Real et al, 2003; Pischon et al, 2003; López-García et al, 2004; Hjerkinn et al, 2005; Seierstad et al, 2005; Zampelas et al, 2005; Niu et al, 2006; He et al,
2009), aterosclerosis (von Schacky et al,
1999; Yamada et al, 2000; Erkkila et al, 2004; Mori y Woodman, 2006; He et al, 2008) e hipertensión (Morris et al, 1993; Engler et al, 2003).
Comparación
entre pescado y suplementos de aceite de pescado
El pescado está considerado
como una excelente fuente de proteínas con bajo contenido de grasa
saturada. Algunos estudios indican que
hay una mayor calidad de proteínas en los animales marinos en comparación con
otros animales como los terrestres
(Sheeshka y Murkin, 2002); además, de que los aminoácidos de las
proteínas de pescado puede diferir de los encontrados en otras fuentes. Por ejemplo, el aminoácido taurina está
concentrado en el pescado lo que hace posible su uso en algunos estudios como
marcador de consumo de pescado (Liu et al,
2000). Los efectos benéficos de este
aminoácido sobre el riesgo cardiovascular han sido observados tanto en animales
(Chen et al, 2004; Oudit et al, 2004) como en humanos (Militante
et al, 2002; Yamori et al, 2001). Las proteínas del pescado también contienen
arginina y glutamina, las cuales se sabe regulan la función cardiovascular (Moncada
y Higgs, 1993). Adicionalmente, el pescado contiene algunos elementos traza
nutricionales que incluyen selenio y calcio, los cuales pueden proporcionar
beneficios cardiovascular solos o en combinación con los ácidos grasos w-3 (Hansen et al,
1994; Van Mierlo et al, 2006), además de que es una buena fuente de
vitaminas D y B (Sheeshka y Murkin, 2002; USDA, 2006a). Todas estas cualidades
nutricionales son indicativas de que es más beneficioso comer pescado que tomar
suplementos de aceite de pescado.
Otro aspecto a tener en cuenta
son los contaminantes, tal como el mercurio, cuyos niveles puede variar
dependiendo del tipo de pescado (Hites et
al, 2004), pero hay que hacer notar que otras carnes también pueden
contener contaminantes similares (USDA, 2006b).
No obstante, a pesar de los posibles efectos adversos del pescado debido
a sus contaminantes, la literatura es clara en indicar que los efectos
benéficos de su consumo, particularmente en la reducción del riesgo de eventos
por enfermedades del corazón, subestiman los riesgos potenciales asociados con
la posibilidad de contaminantes (He, 2009).
También hay que tener en cuenta que no hay estandarización en lo
concerniente a la calidad de los suplementos de aceite de pescado no habiendo
una total garantía de que los mismos estén exentos de contaminantes, por lo que
puede ser más seguro consumir el pescado completo.
CONCLUSIONES
A pesar de las inconsistencias en algunos
estudios, el cúmulo de evidencias con respecto a los beneficios de los
alimentos marinos en la reducción del riesgo cardiovascular es
concluyente. Los peces y mariscos son
fuentes proveedoras de ácidos grasos w-3 de cadena larga tales como AEP y ADH, considerados
los nutrientes claves en los beneficios cardioprotectivos obtenidos mediante su
consumo a través de la dieta. Los
suplementos de aceite de pescado constituyen una cómoda y valiosa alternativa
para el consumo de AEP y ADE; sin embargo, se considera que el pescado en su
totalidad proporciona otros nutrientes adicionales que junto a estos ácidos
grasos w-3 pueden tener efectos
sinérgicos para una más efectiva reducción del riesgo cardiovascular.
Es de importancia tener en cuenta, sobre
todo en los casos de niños y mujeres embarazadas, la frecuencia y el tipo de
pescado a consumir debido a los niveles de contaminantes tales como el
metilmercurio muy dañino no sólo en el incremento del riesgo a padecer
enfermedades del corazón, sino también en el deterioro de la salud en
general. En este sentido, lo
recomendable es evitar el consumo de aquellos tipos de peces con los más altos
niveles de mercurio; es decir, peces depredadores de vida más larga tales como
atún blanco, tiburón y pez espada; optando entonces más bien por el consumo de
mariscos y peces de vida corta, que son especies con muy bajo contenido de
mercurio, e incluso mejor aún si son del tipo graso, más ricos en AEP y ADH,
tales como anchoa, sardina y arenque.
A la fecha es muy poco lo que se ha
estudiado en cuanto a métodos de preparación de los alimentos marinos con
respecto a sus beneficios. Sin embargo,
se sugiere que el pescado asado u horneado es mucho más saludable y beneficioso
para el corazón que prepararlo frito, debido a que en este último caso pueden
originarse compuestos con efectos contrarios y nada beneficiosos hacia los
eventos cardiovasculares tal como los productos generados por oxidación de los
lípidos tanto en el aceite utilizado como en el pescado.
LITERATURA CITADA
Achari, V. and A. K. Thakur. 2004. Association of
major modifiable risk factors among patients with coronary artery disease—a
retrospective analysis. J. Assoc. Physicians Indi. 52: 103-108.
Age-Related Eye Disease Study (AREDS). 2001a. A randomized,
placebo-controlled, clinical trial of high-dose supplementation with vitamins C
and E, beta carotene, and zinc for age-related macular degeneration and vision
loss: Report Nº 8. Arch. Ophthalmol., 119 (10): 1417-1436.
Age-Related Eye Disease Study (AREDS). 2001b. A randomized,
placebo-controlled, clinical trial of high-dose supplementation with vitamins C
and E and beta carotene for age-related cataract and vision loss: Report Nº 9.
Arch. Ophthalmol., 119 (10): 1439-1452.
Albert, C. M.; H. Campos, M. J. Stampfer, P. M. Ridker, J. E. Manson, W. C. Willett and J. Ma. 2002.
Blood levels of long-chain n-3 fatty acids and the risk of sudden death. N. Engl. J. Med., 346 (15):
1113-1118.
Albert, C. M.; C. H. Hennekens, C. J. O’Donnell, U. A. Ajani, V. J.
Carey, W. C. Willett, J. N. Ruskin and J. E. Manson. 1998. Fish consumption and
risk of sudden cardiac death. J. Am.
Med. Assoc., 279: 23-28.
American Heart Association (AHA). 2005. Heart disease and stroke
statistics-2005 update. Ed. Dallas, Texas, USA.
American Heart Association (AHA). 2009. Mediterranean diet.
http://216.185.112.5/ print_presenter.jhtml?identifier=4644. Última visita 5 de
agosto de 2009.
Anlasik T.; H. Sies, H. R. Griffiths, P. Mecocci, W. Stahl and M. C.
Polidori. 2005. Dietary habits are major determinants of the plasma antioxidant
status in healthy elderly subjects. Br.
J. Nutr., 94 (5): 639-642.
Ascherio, A.; E. B. Rimm, M. J. Stampfer, E. L. Giovannucci and W. C. Willett. 1995. Dietary
intake of marine n-3 fatty acids, fish intake, and the risk of coronary disease
among men. N.
Engl. J. Med., 332
(15): 977-982.
Badui, S. 2006. Química
de los Alimentos. Pearson Education, México, 4ta. Edición, Capitulo 4, pp.
245-300.
Bang, H. O. and J. Dyerberg. 1972. Plasma lipids and lipoproteins in
Greenlandic west coast Eskimos. Acta Med. Scand., 192 (1): 85-94.
Bang, H. O.; J. Dyerberg and N. Hjoorne. 1976. The composition of food
consumed by Greenland Eskimos. Acta Med. Scand., 200 (1): 69-73.
Bang, H. O.; J. Dyerberg and H. M. Sinclair. 1980. The composition of
the Eskimo food in northwestern Greenland. Am. J. Clin. Nutr., 33 (12):
2657-2661.
Ballantyne, C.; B. Arroll and J. Shepherd. 2005. Lipids and CVD
management: Towards a global consensus. Eur. Heart J., 26 (21): 2224-2231.
Benatti, P.; G. Peluso, R. Nicolai and M. Calvani. 2004. Polyunsaturated
fatty acids: biochemical, nutritional and epigenetic properties. J. Am. Coll.
Nutr., 23 (4): 281-302.
Bermúdez, O. I.; W. Velez Carrasco, E. J. Schaefer and
K. L. Tucker. 2002. Dietary and plasma lipid, lipoprotein, and apolipoprotein
profiles among elderly Hispanics and non-Hispanics and their association with
diabetes. Am. J. Clin. Nutr., 76 (6): 1214-1221.
Berstad, P.; I. Seljeflot, M. B. Veierod, E. M. Hjerkinn, H. Arnesen and
J. I. Pedersen. 2003. Supplementation with fish oil affects the association
between very long-chain n-3 polyunsaturated fatty acids in serum non-esterified
fatty acids and soluble vascular cell adhesion molecule-1. Clin. Sci. (Lond), 105 (1): 13-20.
Bjerregaard,
P. and J. Dyerberg. 1988. Mortality from ischaemic heart disease and
cerebrovascular disease in Greenland. Int. J. Epidemiol., 17 (3): 514-519.
Block G.; C. D. Jensen,
E. P. Norkus,
T. B. Dalvi,
L. G. Wong,
J. F.
McManus and M. L Hudes. 2007. Usage patterns, health, and nutritional status of
long-term multiple dietary supplement users: a cross-sectional study. Nutr. J.,
6 (Art. Nº
30), 11 p. http://www.nutritionj.com/content/6/1/30. Última visita 5 de agosto de
2009.
Demonty, I.; R. T. Ras, H. C. van der Knaap, G. S.
Duchateau, L. Meijer, P. L. Zock, J. M. Geleijnse and E. A. Trautwein. 2009. Continuous
dose-response relationship of the LDL-cholesterol-lowering effect of
phytosterol intake. J. Nutr., 139 (2): 271-284.
Deng, R. 2009. Food
and food supplements with hypocholesterolemic effects. Recent Patents Food
Nutr. Agricult., 1 (1): 15-24.
Dennis, E. A. 2009.
Lipidomics joins the omics evolution. PNAS 106 (7): 2089-2090.
Dickinson, A.; N.
Boyon amd A. Shao. 2009. Physicians and nurses use and recommend dietary
supplements: report of a survey. Nutr. J., 8 (Art. Nº 29), 6 p.
http://www.nutritionj.com/content/8/1/29. Última
visita 27 de agosto de 2009.
Dolecek, T. A. and G. Granditis. 1991. Dietary
polyunsaturated fatty acids and mortality in the Multiple Risk Factor
Intervention Trial (MRFIT). World Rev.
Nutr. Diet., 66 (1):
205-216.
Erkkila, A. T.; A.
H. Lichtenstein and D. Mozaffarian. 2004. Fish intake is associated with a
reduced progression of coronary artery atherosclerosis in postmenopausal women
with coronary artery disease. Am. J. Clin. Nutr., 80 (3): 626-632.
Ervin, R. B.; J. D.
Wright and D. Reed Gillette. 2004. Prevalence
of leading types of dietary supplements used in the Third National Health and
Nutrition Examination Survey, 1988-94. In Advanced data from vital health statistics; no 349 Hyattsville,
Maryland: National Center for
Health Statistics.
Eslick, G. D.; P.
R. Howe, C. Smith, R. Priest and A. Bensoussan. 2008. Benefits of fish oil
supplementation in hyperlipidemia: a systematic review and meta analysis. Int.
J. Cardiol., 116 (1): 4-16.
Expert
Panel on Detection, Evaluation and Treatment of High Blood Cholesterol in
Adults (EPDETHBCA).
2001. Executive summary of the third report of the National Cholesterol Education
Program (NCEP) expert panel on detection, evaluation, and treatment of high
blood cholesterol in adults (Adult Treatment Panel III). J. Am. Med. Assoc.,
285 (19): 2486-2497.
Fahy, E.; S.
Subramaniam, H. A. Brown, C. Glass, A. H. Merrill, R. Murphy, C. Raetz, D. W.
Russell, Y. Seyama, W. Shaw, T. Shimizu, F. Spener, G. van Meer, M. S. van
Nieuwenhze, S. H. White, J. L. Witztum and E. A. Dennis. 2005. A comprehensive
classification system for lipids. J. Lipid Res., 46 (5): 839-861.
Fahy, E.; S.
Subramaniam, R. Murphy, M. Nishijima, C. Raetz, T. Shimizu, F. Spener, G. van
Meer, M. Wakelam and E. A. Dennis. 2009. Update of the LIPID MAPS comprehensive
classification system for lipids. J. Lipid Res., 50 (Suppl): S9-S14.
Fernández, M. L.
and D. Webb. 2008. The LDL to HDL cholesterol ratio as a valuable tool to
evaluate coronary heart disease risk. J. Am. Coll. Nutr., 27 (1): 1-5.
Fernández Real, J.
M.; M. Broch, J. Vendrell and W. Ricart. Insulin resistance, inflammation, and
serum fatty acid composition. Diabetes Care 26 (5): 1362-1368.
Fletcher, R. H. and
K. M. Fairfield. 2002. Vitamins for
chronic disease prevention in adults; clinical applications. J. Am. Med. Assoc., 287 (23): 3127-3129.
Frank, E.; A.
Bendich and M. Denniston. 2000. Use of
vitamin-mineral supplements by female physicians in the United States. Am. J. Clin. Nutr., 72 (4): 969-975.
Gardiner,
P.; R. E. Graham, A. T. Legedza, D. M. Eisenberg and R.S. Phillips. 2006a.
Factors associated with dietary supplement use among prescription medication
users. Arch. Intern. Med., 166 (18): 1968-1974.
Gardiner, P.; C.
Woods and K. J. Kemper. 2006b. Dietary
supplement use among health care professionals enrolled in an online curriculum
on herbs and dietary supplements. BMC
Complement Altern. Med., 6 (Art. Nº 21), 8 p.
http://www.biomedcentral.com/1472-6882/6/21. Última vista 28 de agosto de 2009.
Ginsberg, H. N. and A. F. Stalenhoef. 2003. The metabolic
syndrome: Targeting dyslipidaemia to reduce coronary risk. J. Cardiovasc. Risk,
10 (2): 121-128.
Ginsberg, H. N.; Z.
Stahl and A. Leventhal. 2003. The metabolic syndrome: Omega-3 fatty acids: the
science and the beliefs. Harefuah 148 (2): 114-120.
Gordon,
D. J.; J. L. Probstfield, R. J. Garrison, J. D. Neaton, W. P. Castelli, J. D.
Knoke, D. R. Jacobs, Jr., S. Bangdiwala and H. A. Tyroler. 1989. High-density
lipoprotein cholesterol and cardiovascular disease. Four prospective American
studies. Circulation 79 (1): 8-15.
Gruppo Italiano per
lo Studio della Sopravvivenza nell'Infarto Miocardico-Heart failure (GISSI-Hf).
2008. Effect of n-3 polyunsaturated fatty acids in patients with chronic heart
failure (the GISSI-HF trial): a randomised, double-blind, placebo-controlled
trial. Lancet 372 (9645): 1223-1230.
He, K. 2009. Fish,
long chain omega-3 polyunsaturated fatty acids and prevention of cardiovascular
disease‒eat fish or take fish oil supplement?. Prog. Cardiovasc. Dis., 52
(2): 95-114.
He, K.; K. Liu, M.
L. Daviglus, N. Jenny, E. Mayer Davis, R. Jiang, L. Steffen, D. Siscovick, M.
Tsai and D. Herrington. 2009.
Associations of dietary long-chain n-3 polyunsaturated fatty acids and
fish with biomarkers of inflammation and endothelial activation (from de
multi-Ethnic study of atherosclerosis [MESA]. Am. J. Cardiol., 103 (9):
1238-1243.
Hill, A. M.; J.
Fleming and P. Kris Eterton. 2009. The role of diet and nutritional supplements
in preventing and treating cardiovascular disease. Curr. Opin. Cardiol., 24
(5): 433-441.
Hirai, A.; T.
Hamazaki and T. Terano. 1980. Eicosapentaenoic acids and platelet function in
japanese. Lancet 2 (8204): 1132-1133.
Hites, R. A.; J. A.
Foran, D. O. Carpenter, M. C.
Hamilton, B. A. Knuth and S. J. Schwager. 2004. Global assessment of
organic contaminants in farmed salmon. Science 303 (5655): 226-229.
Hjerkinn, E. M.; I.
Seljeflot, I. Ellingsen, P. Berstad, I. Hjermann, L. Sandvik and H.
Arnesen. 2005. Influence of long-term
intervention with dietary counseling, long-chain n-3 fatty acid supplements, or
both on circulating markers of endothelial activation in men with long-standing
hyperlipidemia. Am. J. Clin. Nutr., 81 (3): 583-589.
Hooper, L.; R. L.
Thompson, R. A. Harrison, C. D. Summerbell, A. R. Ness, H. J. Moore, H. V. Worthington, P. N.
Durrington, J. P. Higgins, N. E. Capps, R. A. Riemersma, S. B. Ebrahim and G.
D. Smith. 2006. Risks and benefits of omega 3 fats for mortality, cardiovascular
disease, and cancer: systematic review. BMJ
332 (7544): 752-760.
Howard, N.; C.
Tsourounis and J. Kapusnik Uner. 2001. Dietary
supplement survey of pharmacists: personal and professional practices. J. Altern. Complement Med.,
7 (6): 667-680.
Howes, R. M. 2007. Antioxidant Vitamins A, C and E: Assessing potential for harm.
http://philica.com/display_article.php?article_id=83.
Última visita 2 de agosto 2009.
Howes, R. M. 2009. Dangers of antioxidants in cancer patients: A Review. http://philica.com/display_article.php?article_id=153.
Última visita 3 de agosto 2009.
Hu, F. B. and W. C. Willett. 2002. Optimal diets for
prevention of coronary heart disease. J.
Am. Med. Assoc. 288 (20):
2569-2578.
Hu,
F. B.; L. Bronner, W. C. Willett, M. J. Stampfer,
K. M. Rexrode, C. M. Albert, D. Hunter and J. E. Manson.
2002. Fish and omega-3 fatty acid intake and risk of coronary heart disease in
women. J. Am. Med. Assoc., 287
(14): 1815-1821.
.
Huang H. Y.; B.
Caballero, S. Chang, A. J. Alberg, R. D. Semba, C. R. Schneyer, R. F. Wilson,
T. Y. Cheng, J. Vassy, G. Prokopowicz, G. J. Barnes and E. B. Bass. 2006. The efficacy and safety of multivitamin and
mineral supplement use to
prevent cancer and chronic disease in adults: a systematic review for a National Institutes of Health State of the Science Conference. Ann. Intern. Med., 145 (5): 372-385.
Hughest, D. A. and
A. C. Pinder. 2000. N-3 polyunsaturated fatty acids inhibit the
antigen-presenting function of human monocytes. Am. J. Clin. Nutr., 71
(1): 357S-360S.
James, M. J.; R. A.
Gibson and L. G. Cleland. 2000. Dietary polyunsaturated fatty acids and
inflammatory mediator production. Am. J. Clin. Nutr., 71 (1): 343S-348S.
Jeppesen,
J.; H. O. Hein, P. Suadicani and F. Gyntelberg. 1998. Triglyceride
concentration and ischemic heart disease: an eightyear follow-up in the
Copenhagen Male Study. Circulation 97 (11): 1029-1036.
Kagawa, Y.; M.
Nishizawa and M. Suzuki. 1982. Eicosapolyenoic acids of serum lipids of
Japanese islanders with low incidence of cardiovascular diseases. J. Nutr. Sci.
Vitaminol., (Tokyo) 28 (4): 441-453.
Kamal Eldin, A. and
A. Moazzami. 2009. Plant sterols and stanols as cholesterol-lowering
ingredients in functional foods. Recent Patents Food Nutr. Agricult., 1 (1):
1-14.
Kang, J. X. and A.
Leaf. 1996. Antiarrhythmic effects of polyunsaturated fatty acids. Recent
studies. Circulation 94 (7): 1774-1780.
Kang, J. X. and A.
Leaf. 2000. Prevention of fatal cardiac arrhythmias by polyunsaturated fatty
acids. Am. J. Clin. Nutr., 71 (1): 202S-207S.
Kannel, W. B. and
R. S. Vasan. 2009. Triglycerides as vascular risk factors: new epidemiologic
insights. Curr. Opin. Cardiol., 24 (4): 345-350.
Kaufman,
D. W.; J. P. Kelly, L. Rosenberg, T. E. Anderson and A. A. Mitchell. 2002.
Recent patterns of medication use in the ambulatory
adult population of the United States- the Slone survey. J. Am. Med. Assoc., 287 (3): 337-344.
Kemper, K. J.; P.
Gardiner and C. Woods. 2007. Changes in
use of herbs and dietary supplements (HDS) among clinicians enrolled in an
online curriculum. BMC
Complement Altern. Med., 7 (Art.
Nº 21), 6 p.
http://www.biomedcentral.com/1472-6882/7/21. Última visita 8 de agosto de 2009.
Keys, A. 1980. Seven countries: a multivariate analysis of death and
coronary heart disease. Cambridge, M.A. U.S.A. Harvard University Press.
Kromann, N. and A. Green. 1980. Epidemiological studies in the Upernavik
district, Greenland. Incidence of some chronic diseases 1950-1974. Acta Med.
Scand, 208 (5): 401-406.
Kromhout, D.; E. B. Bosschieter and C. C. de Lezenne. 1985. The inverse
relation between fish consumption and 20-year mortality from coronary heart
disease. N. Engl.J. Med., 312 (19): 1205-1209.
Leaf,
A.; J. X. Kang, Y. F. Xiao and G. E. Billman. 2003. Clinical prevention of
sudden cardiac death by n-3 polyunsaturated fatty acids and mechanism of
prevention of arrhythmias by n-3 fish oils. Circulation 107 (21): 2646-2652.
Lee, J. S. and J.
Kim. 2009. Factors affecting the use of dietary supplements by Korean adults:
data from the Korean National Health and Nutrition Examination Survey III. J.
Am. Diet Assoc., 109 (9): 1599-1605.
Lee, J. H.; J. H.
O`Keefe, C. J. Lavie, R. Marchioli and W. S. Harris. 2008. Omega-3 fatty acids
for cardioprotection. Mayo Clin. Proc., 83 (3): 324-332.
Lemaitre,
R. N.; I. B. King, D. Mozaffarian, L. H. Kuller, R. P. Tracy and D. S.
Siscovick. 2003. n-3 Polyunsaturated fatty acids, fatal ischemic heart disease,
and nonfatal myocardial infarction in older adults: the Cardiovascular Health
Study. Am. J. Clin. Nutr., 77
(2): 319-325.
Lichtenstein, A. H.
and R. M. Russell. 2005. Essential nutrients: food or supplements?: where
should the emphasis be. J. Am. Med. Assoc., 294 (3): 351-358.
López García, E.;
M. B. Schulze, J. E. Manson, J. B. Meigs, C. M. Albert, N. Rifai, W. C. Willett and
F. B. Hu.
2004. Consumption of (n-3) fatty acids is related to plasma biomarkers of
inflammation and endotelial activation in women. J. Nutr., 134 (7): 1806-1811.
Madsen, T.; H. A.
Skou, V. E. Hansen, V. E. Hansen, L. Fog, J. H. Christensen, E. Toft and
E. B. Schmidt. 2001. C-reactive protein, dietary n-3 fatty acids, and the extent of
coronary artery disease. Am. J. Cardiol., 88 (10): 1139-1142.
Malavé, A. and J.
R. Méndez Natera. 2005. Comparación de la
composición lipídica en semillas de ajonjolí (Sesamum indicum L.) usando técnicas multivariadas. Rev. Cient. UDO
Agric., 5 (1): 48-53.
Malavé, A. and J. R. Méndez Natera. 2006. Comparación
de la composición lipídica en semillas de girasol (Helianthus annuus L.) usando técnicas multivariadas. Rev. Cient.
UDO Agric., 6 (1): 27-32.
Malavé, A. and J. R. Méndez Natera. 2007. Comparación
de la composición lipídica en semillas de maní (Arachis hypogaea L.) usando técnicas multivariadas. Rev. Cient. UDO
Agric., 7 (1): 41-48.
März,
W.; H. Scharnagl, K. Winkler, A. Tiran, M. Nauck, B. O. Boehm and B. R.
Winkelmann. 2004. Low-density lipoprotein triglycerides associated with
low-grade systemic inflammation, adhesion molecules, and angiographic coronary
artery disease: the Ludwigshafen Risk and Cardiovascular Health Study. Circulation
110 (19): 3068-3074.
McLennan,
P. L. 2001. Myocardial membrane fatty acids and the antiarrhythmic actions of
dietary fish oil in animal models. Lipids,
36 (Suppl): S111-S114.
Meagher, E. A.
2004. Addressing cardiovascular risk beyond low-density lipoprotein
cholesterol: The high-density lipoprotein cholesterol story. Curr. Cardiol. Rep., 6 (6): 457-463.
Méndez Natera, J. R.; A. Malavé and H. D`Armas. 2009.
Comparación de la composición lipídica en semillas de girasol, maní y ajonjolí
usando técnicas multivariadas. Rev. Tecnol. ESPOL, 22 (1): 57-62.
Metcalf, R. G.; M.
J. James, R. A. Gibson, J. Edwards, J. Stubberfield, R. Stuklis, K. Roberts
Thomson, G. D. Young and L. G. Cleland. 2007. Effects of fish-oil
supplementation on myocardial fatty acids in humans. Am. J. Clin. Nutr., 85
(5): 1222-1228.
Micallef, M. A. and M. L. Garg. 2009. Beyond blood
lipids: phytosterols, statins and omega-3 polyunsaturated fatty acid therapy
for hyperlipidemia. J. Nutr. Biochem., 20 (12): 927-939.
Middaugh, J. P. 1990.
Cardiovascular deaths among Alaska Natives, 1980-86. Am. J. Public Health, 80
(3): 282-285.
Miles, E. A.; F. A.
Wallace and P. C. Calder. 2000. Dietary fish oil reduces intercellular adhesion
molecule and scavenger receptor expression on murine macrophages.
Atherosclerosis 152 (1): 43-50.
Militante, J. D.
and J. B. Lombardini. 2002. Treatment of hypertension with oral taurine:
experimental and clinical studies. Amino Acids 23 (4): 381-393.
Moncada, S. and A.
Higgs. 1993. The L-arginine-nitric oxide pathway. N. Engl. J. Med., 329 (27):
2002-2012.
Mori, T. A. and R.
J. Woodman. 2006. The independent effects of eicosapentaenoic acid and
docosahexaenoic acid on cardiovascular risk factors in humans. Curr. Opin. Clin. Nutr. Metab. Care, 9 (2): 95-104.
Morris, M. C.; F.
Sack and B. Rosner. 1993. Does fish oil lower blood pressure? A meta-analysis
of controlled trials. Circulation 88 (2): 523-533.
Mozaffarian, D.
2007. JELIS, fish oil, and cardiac events. Lancet, 369 (9567):
1062-1063.
Mozaffarian, D.
2008. Fish and n-3 fatty acids for the prevention of fatal coronary heart
disease and sudden cardiac death. Am.
J. Clin. Nutr., 87 (6): 1991S–1996S.
Mozaffarian,
D.; R. N. Lemaitre, L. H. Kuller, G. L. Burke, R. P. Tracy and D. S. Siscovick.
2003. Cardiac benefits of fish consumption may depend on the type of fish meal
consumed: the Cardiovascular Health Study. Circulation. 107 (10): 1372-1377.
Mozaffarian,
D.; A. Ascherio, F. B. Hu, M. J. Stampfer,
W. C. Willett, D. S. Siscovick and E. B. Rimm. 2005.
Interplay between different polyunsaturated fatty acids and risk of coronary
heart disease in men. Circulation
111 (2): 157-164.
Mozaffarian, D. and
E. Rimm. 2006. Fish intake, contaminants, and human Health: Evaluation the
risks and the benefits. J. Am. Med. Assoc., 296 (15): 1885-1899.
National
Center for Environmental Assessment (NCEA). 2009. Dioxin and
related compounds. US Environmental Protection Agency. http://cfpub.epa.gov/ncea/cfm/recordisplay.cfm?deid=55264.
Última visita 10 de agosto 2009.
Nethononda,
M. R.; M. R. Essop, A. D. Mbewu and J. S. Galpin. 2004. Coronary artery disease
and risk factors in black South Africans—a comparative study. Ethn. Dis., 14
(4): 515-519.
Newman, W. P.; J.
P. Middaugh and M. T. Propst. 1993. Atherosclerosis in Alaska Natives and
non-natives. Lancet 341 (8852): 1056-1057.
Nicholls, S. J.; E.
M. Tuzcu and S. E. Nissen. 2007. Atherosclerosis regression: Is low-density
lipoprotein or high-density lipoprotein the answer? Curr. Atheroscler. Rep., 9
(4): 266-273.
Niu, K.; A. Hozawa,
S. Kuriyama, K. Ohmori Matsuda,
T. Shimazu, N. Nakaya, K. Fujita, I. Tsuji
and R. Nagatomi. 2006. Dietary
long-chain n-3 fatty acids of marine origin and serum C-reactive protein
concentrations are associated in a population with a diet rich in marine
products. Am. J. Clin. Nutr., 84 (1): 223-229.
Ohtake, T.; S. Kobayashi, K. Negishi and H.
Moriya. 2005.
Supplement nephropathy due to long-term, high-dose ingestion of ascorbic acid,
calcium lactate, vitamin D and laxatives. Clin. Nephrol., 64 (3): 236-240.
Olshansky, S. J.; D. J. Passaro and R. C. Hershow. 2005. A potential
decline in life expectancy in the United States in the 21st century. N. Engl.
J. Med., 352 (11): 1138-1145.
Oomen, C. M.; E. J. Feskens, L. Rasanen, F. Fidanza, A. M. Nissinen,
A. Menotti, F. J. Kok and D. Kromhout. 2000. Fish
consumption and coronary heart disease mortality in Finland, Italy, and The
Netherlands. Am. J. Epidemiol.,
151 (10): 999-1006.
Osler, M.; A. H. Andreasen and S. Hoidrup. 2003. No inverse association
between fish consumption and risk of death from all-causes, and incidence of
coronary heart disease in middle-aged, Danish adults. J.
Clin. Epidemiol., 56 (3): 274-279.
Judit, G. Y.; M. G. Trivieri and N. Khaper, 2004. Taurine
supplementation reduces oxidative stress and improves cardiovascular function
in an iron-overload murine model. Circulation 109 (15): 1877-1885.
Padma, V. and C. Devi. 2009. Cardioprotective effect of fish oil on
isoproterenol-induced myocardial infarction in rats. J. Food Lipids, 16 (1):
19-32.
Pérez Guisado, J.;
A. Muñoz Serrano and A. Alonso Moraga. 2008. Spanish Ketogenic
Mediterranean diet: a healthy cardiovascular diet for weight loss. Nutr. J., 7
(Art. Nº
30), 7 p. http://www.nutritionj.com/content/7/1/30. Última visita 12 de agosto de 2009.
Pietinen, P.; A. Ascherio, P. Korhonen, A. M. Hartman,
W. C. Willett, D. Albanes and J. Virtamo. 1997. Intake of fatty acids
and risk of coronary heart disease in a cohort of Finnish men. The
Alpha-Tocopherol, Beta-Carotene Cancer Prevention Study. Am. J. Epidemiol., 145 (10): 876-887.
Pischon, T.; S. E.
Hankinson, G. S. Hotamisligil, N. Rifai, W. C. Willett and E. B. Rimm. 2003. Habitual dietary
intake of n-3 and n-6 fatty acids in relation to inflammatory markers among US
men and women. Circulation 108 (2): 155-160.
Polidori, M. C.; J. C. Carrillo, P. E. Verde, H. Sies, J. Siegrist and
W. Stahl. 2009. Plasma micronutrient status is improved alter a 3-month dietary
intervention with 5 daily portions of fruits and vegetables: implications for
optimal antioxidant levels. Nutr. J., 8 (Art. Nº 10), 4 p.
http://www.nutritionj.com/content/8/1/10. Última
visita 18 de agosto de 2009.
Qato, D. M.; G. Caleb,
R. Conti. M. Johnson, P. Schumm and S. Lindau. 2008. Use of prescription and
over-the-counter medications and dietary supplements among older adults in the
United States. J. Am. Med. Assoc., 300 (24): 2867-2878.
Rader, D. and H. Hobbs. 2008. Disorders of lipoprotein metabolism. In: A. Fausi, E. Braunwald, and D. Kasper
(eds.). Harrison´s Principles of Internal Medicine. 17th ed. New
York, USA. McGraw-Hill.
Radimer, K.; B. Bindewald, J. Hughes, B. Ervin, C. Swanson and M. F.
Picciano. 2004. Dietary supplement use by U.S. adults: data from the National
Health and Nutrition Examination Survey, 1999-2000. Am. J. Epidemiol., 160 (4):
339-349.
Risk Assessment Information System (RAIS). 2009. Toxicity summary for mercury.
http://risk.lsd.ornl.gov/tox/profiles/mercury_f_V1.shtml. Última visita 12 de
agosto de 2009.
Rich, M. W. 2006. Epidemiology, clinical features, and prognosis of
acute myocardial infarction in the elderly. Am. J. Geriatr. Cardiol., 15 (1):
7-11.
Riediger, N.; R. Othman, M. Suh and M. Moghadasian. 2009. A systematic
review of the roles of n-3 fatty acids in health and disease. J. Am. Med.
Assoc., 109 (4): 668-679.
Rodríguez, B. L.; D. S. Sharp, R. D. Abbott, C. M. Burchfiel, K. Masaki,
P. H. Chyou, B. Huang, K. Yano and J. D. Curb 1996. Fish intake may limit the
increase in risk of coronary heart disease morbidity and mortality among heavy
smokers. The Honolulu Heart Program. Circulation
94 (5): 952-956.
Romaguera, D.; T. Norat, T. Mouw, A. M. May, C. Bamia, N. Slimani, N.
Travier, H. Besson, J. Luan, N. Wareham, S. Rinaldi, E. Couto, F. Clavel
Chapelon, M. C. Boutron Ruault, V. Cottet, D. Palli, C. Agnoli, S. Panico, R.
Tumino, P. Vineis, A. Agudo, L. Rodriguez, M. J. Sanchez, P. Amiano, A.
Barricarte, J. M. Huerta, T. J. Key, E. A. Spencer, H. B. Bueno de Mesquita, F.
L. Büchner, P. Orfanos, A. Naska, A. Trichopoulou, S. Rohrmann, R. Kaaks, M.
Bergmann, H. Boeing, I. Johansson, V. Hellstrom, J. Manjer, E. Wirfält, M. U.
Jacobsen, K. Overvad, A. Tjonneland, J. Halkjaer, E. Lund, T. Braaten, D.
Engeset, A. Odysseos, E. Riboli and P. H. M. Peeters. 2009. Adherence to the
Mediterranean diet is associated with lower abdominal adiposity in European men
and women. J. Nutr., 139 (9): 1728-1737.
Ruixing, Y.; F. Qiming, Y. Dezhai, L. Shuquan, L. Weixiong, P.
Shangling, W. Hai, Y. Yongzhong, H. Feng and Q. Shuming. 2007. Comparison of
demography, diet, lifestyle, and serum lipid levels between the Guangxi Bai Ku
Yao and Han populations. J. Lipid Res., 48 (12): 2673-2681.
Sadovsky, R. and P. Kris Etherton. 2009. Prescription omega-3-acid ethyl
esthers for the treatment of very high triglycerides. Postgr. Med., 121 (4):
145-153.
Sadovsky, R.; N. Collins, A. P. Tighe, S.A. Brunton and R. Safeer. 2008.
Use of dietary supplements: a clinician’s perspective. Curr. Med. Res. Opin.,
24 (4): 1209-1216.
Salminen, M.; T. Lehtimaki, Y. M. Fan, T. Vahlberg and
S. L. Kivelä. 2006. Apolipoprotein E polymorphism and changes in serum lipids
during a family-based counselling intervention. Public. Health Nutr., 9 (7):
859-865.
Salonen, J. T.; K. Nyyssonen and R. Salonen. 1995. Fish intake and the
risk of coronary disease. N. Engl. J.
Med. 333 (14): 937-938.
Sanderson, P. and P. C. Calder. 1998. Dietary fish oil diminishes
lymphocyte adhesion to macrophage and endothelial cell monolayers. Immunology
94 (1): 79-87.
Satoh, H.; T. Nishino, K. Tomita and H. Tsutsui. 2006.
Fasting triglyceride is a significant risk factor for coronary artery disease
in middle-aged Japanese men: results from a 10-year cohort study. Circ. J. 70
(3): 227-231.
Schiepers, O. J.; R. H. de Groot, M. P. van Boxtel, J. Jolles, A. de
Jong, D. Lütjohann, J. Plat and R. P. Mensink. 2009. Consuming functional foods
enriched with plant sterol or stanol esters for 85 weeks does not affect
neurocognitive functioning or mood in statin-treated hypercholesterolemic
individuals. J. Nutr., 139 (7): 1368-1373.
Seierstad, S. L.; I. Seljeflot, O. Johansen, R. Hansen, M. Haugen, G.
Rosenlund, L. Froyland and H. Arnesen. 2005. Dietary intake of differently fed
salmon; the influence on markers of human atherosclerosis. Eur. J. Clin. Invest., 35 (1): 52-59.
Seki, H.; Y. Tani and M. Arita. 2009. Omega-3 PUFA derived
anti-inflammatory lipid mediator resolvin E1. Prostaglandins Other Lipid
Mediat., 89 (3-4): 126-130.
Sharrett, A. R.; C. M. Ballantyne, S. A. Coady, G.
Heiss, P. D. Sorlie, D. Catellier and W. Patsch. 2001. Coronary heart disease
prediction from lipoprotein cholesterol levels, triglycerides, lipoprotein(a),
apolipoproteins A-I and B, and HDL density subfractions. The Atherosclerosis
Risk in Communities (ARIC) Study. Circulation 104 (10): 1108-1113.
Shekelle, R. B.; A. M. Shryock, O. Paul, M. Lepper, J.
Stamler, S. Liu and W. J. Raynor, Jr. 1981. Diet, serum cholesterol, and death
from coronary heart disease. The Western Electric study. N. Engl. J. Med., 304
(2): 65-70.
Sofi, F. 2009. The Mediterranean diet revisited: evidence of its
effectiveness grows. Curr. Opin. Cardiol., 24 (5): 442-446.
Spencer, E. H.; A. Bendich and E. Frank. 2006. Vitamin and mineral supplement use among U.S. medical students: A
longitudinal study. J. Am.
Diet. Assoc., 106 (12): 1975-1983.
Srinivasan, S. R.; D. S. Freedman, L. S. Webber and G.
S. Berenson. 1987. Black-white differences in cholesterol levels of serum
highdensity lipoprotein subclasses among children: the Bogalusa Heart Study.
Circulation 76 (2): 272-279.
Steinberg, D. 2005. Thematic review series: The pathogenesis of
atherosclerosis. An interpretive history of the cholesterol controversy: Part
II: the early evidence linking hypercholesterolemia to coronary disease in
humans. J. Lipid Res., 46 (2): 179-190.
Talmud, P. J. and D. M. Waterworth. 2000. In vivo and in vitro nutrient-gene interactions. Curr. Opin. Lipidol., 11 (1):
31-36.
Thomas, S. and M. W. Rich. 2007. Epidemiology, pathophysiology, and
prognosis of heart failure in the elderly. Clin. Geriatr. Med., 23 (1): 1-10.
Tvrzická, E.; B. Stanková, M. Vecka and A. Zák. 2009. Fatty acids – 2.
Clinical and physiological significance. Cas. Lek. Cesk., 148 (3): 116-123.
United States Department of Agriculture (USDA). 2006a. National Nutrient
database for Standard Reference-Release 18 2005. Washington D.C: US Department
of Agriculture.
United States Department of Agriculture (USDA). 2006b. Nutrient data
laboratory. Beltsville Human Nutrition Research Center: http://www.nal.usda.gov/fnic/foodcomp/.
Última visita 10 de agosto 2009.
United States Department of Health and Human Services
(USDHHS). 2009. Mercury levels in commercial fish and shellfish. US Environmental Protection Agency
http://www.cfsan.fda.gov/~frf/ sea-mehg.html. Última visita 25 de agosto 2009.
United States Environmental Protection Agency (USEPA).
2009. Polychlorinated biphenyls (PCBs). http://www.epa.gov/opptintr/pcb/.
Última visita 20 de agosto 2009.
van Mierlo, L. A.; L. R. Arends, M. T. Atreppel, M. P. Zeegers, F. J. Kok, D. E. Grobbee
and J. M. Geleijnse. 2006. Blood pressure response to
calcium supplementation: a meta-analysis of randomized controlled trials. J.
Hum. Hypertens, 20 (8): 571-580.
Verbeke, W.; I. Sioen, Z. Pieniak, J. van Camp and S.
de Henauw. 2005. Consumer perception versus scientific evidence about health
benefits and safety risks from fish consumption. Public Health Nutr., 8 (4): 422-429.
von Schacky, C.; P. Angerer, W. Kothny, K. Theisen and H. Mudra. 1999. The
effect of dietary omega-3 fatty acids on coronary atherosclerosis. A
randomized, double-blind, placebo-controlled trial. Ann. Intern. Med., 130 (7):
554-562.
Waknine, Y. 2004. FDA Approvals: omacor, nuflexxa, combunox, and others.
Medscape Today: http://www.medscape.com/viewarticle/495709.
Última visita 18 de agosto 2009.
Wang, C.; W. S. Harris, M. Chung, A. H. Lichtenstein, E. M. Balk, B.
Kupelnick, H. S. Jordan and J. Lau. 2006. n-3 fatty acids from fish or fish-oil
supplements, but not a-linolenic acid,
benefit cardiovascular disease outcomes in primary- and secondary-prevention
studies: a systematic review. Am. J. Clin. Nutr., 84 (1): 5-17.
Wertz, P. W. 2009. Essential fatty acids and dietary stress. Toxic.
Indust. Health, 25 (4-5): 279-283.
Whelton, S. P.; J. He, P. K. Whelton and P. Muntner. 2004. Meta-analysis
of observational studies on fish intake and coronary heart disease. Am. J.
Cardiol., 93 (9):
1119-1123.
Wikipedia, 2009a. La
Enciclopedia Libre. Alimento. http://es.wikipedia.org/wiki/Alimento. Última visita 25
julio 2009.
Wikipedia, 2009b. The Free Encyclopedia. Dietary supplement.
http://en.wikipedia.org/wiki/ Dietary_supplement. Última visita 2 de agosto
2009.
Willett, W. C. and M. J. Stampfer. 2001. Clinical practice: What vitamins should I be taking, doctor? N. Engl. J. Med., 345 (25): 1819-1824.
Wood, T. 2006. Health Benefits of Nutritional Supplements: Reading
selected. USANA Health Sciences. http://www.usana.com/media/File/ dotCom/company/science/scienceOfSupplementation/selected_readings.pdf.
Última
visita 6 de julio 2009.
Yahia, N.; A.
Achkar, A. Abdallah and S. Rizk. 2008.
Eating habits and obesity among Lebanese university students. Nutr. J.,
7 (Art. Nº
32), 6 p. http://www.nutritionj.com/content/7/1/32. Última visita 29 de agosto de 2009.
Yamori, Y.; Y. Nara and N. Iritani. 1985. Comparison of
serum phospholipids fatty acids among fishing and farming japanese populations
and American inlanders. J. Nutr. Sci.
Vitaminol (Tokyo), 31 (4): 417-422.
Yamori, Y.; L. Liu, K. Ikeda, A. Miura, S. Mizushima, T. Miki and Y. Nara.
2001. Distribution
of twenty-four tour urinary taurine excretion and association with ischemic
heart disease mortality in 24 populations of 16 countries: results from the
WHO-CARDIAC study. WHO-Cardiovascular
Disease and Alimentary Comprarison (CARDIAC) Study Group. Hypertens
Res., 24 (4): 453-457.
Yokoyama,
M.; H. Origasa, M. Matsuzaki, Y. Matsuzawa, Y. Saito, Y. Ishikawa, S. Oikawa,
J. Sasaki, H. Hishida, H. Itakura, T. Kita, A. Kitabatake, N. Nakaya, T.
Sakata, K. Shimada and K. Shirato. 2007. Effects of eicosapentaenoic acid (EPA)
on major cardiovascular events in hypercholesterolemic patients: the Japan EPA
Lipid Intervention Study (JELIS). Lancet 369 (9567): 1090-1098.
Yuan,
J. M.; R. K. Ross, Y. T. Gao and M. C. Yu. 2001. Fish and shellfish consumption
in relation to death from myocardial infarction among men in Shanghai, China. Am. J. Epidemiol., 154 (9): 809-816.
Zampelas, A.; D. B. Panagiotakos,
C. Pitsavos, U. N. Das, C. Chrysohoou, Y. Skoumas and C. Stefanadis. 2005. Fish consumption among healthy adults is
associated with decreased levels of inflammatory markers related to
cardiovascular disease: the ATTICA study. J. Am. Coll. Cardiol., 46 (1):
120-124.
Página diseñada
por Prof. Jesús Rafael Méndez Natera
TABLA
DE CONTENIDO DE LA REVISTA CIENTÍFICA UDO AGRÍCOLA