Lípidos, alimentos y sus suplementos en la salud cardiovascular II Fuentes vegetales

 

 

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 


Revista Científica UDO Agrícola Volumen 12. Número 1. Año 2012. Páginas: 1-16

 

Lípidos, alimentos y sus suplementos en la salud cardiovascular. II. Fuentes vegetales

 

Lipids, foods, and their supplements on cardiovascular health. II. Vegetal sources

 

Yemina Josefina FIGUERA CHACÍN  1, Auristela del Carmen MALAVÉ ACUÑA2 y Jesús Rafael MÉNDEZ NATERA3

 

1Hospital Universitario “Dr. Manuel Núñez Tovar”, Departamento de Medicina Interna. Avenida Bolívar, Maturín; 2Departamento de Ciencias, Unidad de Estudios Básicos y 3Departamento de Agronomía, Escuela de Ingeniería Agronómica, Universidad de Oriente, Avenida Universidad, Campus Los Guaritos, Maturín, 6201, estado Monagas, Venezuela. E-mails: yeminafiguera@gmail.com; aumalave@udo.edu.ve y jmendezn@cantv.net   Autor para correspondencia

 

Recibido: 07/08/2011

Fin de primer arbitraje: 29/02/2012

Primera revisión recibida: 25/03/2012

Fin de segundo arbitraje: 19/04/2012

Segunda revisión recibida: 21/04/2012

Aceptado: 25/04/2012

 

RESUMEN

 

Durante las últimas décadas, ha crecido el interés mundial sobre la exploración de cuáles hábitos alimenticios son los más apropiados para promover y mantener una calidad de vida óptima. Las enfermedades cardiovasculares, más que para cualquier otra, están asociadas con factores de riesgo cuya prevención o tratamiento es manejable mediante enfoques dietéticos específicos basados en alimentos de plantas. Las cualidades benéficas para la salud de los vegetales y frutas, hierbas y especies están relacionadas con los efectos aditivos y sinergísticos de la mezcla compleja de muchos nutrientes y fitoquímicos tales como esteroles, estanoles, polifenoles, fibras, vitaminas, minerales y antioxidantes para la aparente reducción en los riesgos de las enfermedades cardiovasculares. En este aspecto, durante los últimos años se han desarrollado estrategias nutricionales que incluyen alimentos, alimentos funcionales y suplementos provenientes de las plantas direccionadas hacia la prevención de enfermedades crónicas como las cardiovasculares. El propósito de este artículo es revisar y actualizar la evidencia basada en la literatura, a partir de estudios observacionales y clínicos, relacionados con los enfoques dietéticos donde los nutracéticos y alimentos provenientes de las plantas desempeñan un rol eminente como componente de la dieta para una máxima reducción del riesgo cardiovascular.

 

Palabras clave: Cardioprotección, perfil lipídico, alimentos de plantas, fitoquímicos

 

ABSTRACT

 

During the last decades, a growing worldwide interest on the prospect that more appropriate eating habits can promote and maintain an optimal life quality. More than for any other diseases, cardiovascular diseases occur in association with risk factors that are amenable to prevention or treatment by specific dietary approaches based in plant foods. It has been proposed that the additive and synergistic effects of the complex mixture of a lot of nutrients and phytochemicals such as sterols, stanols, polyphenols, fibers, vitamins, minerals, antioxidants, have shown to have for the apparent reduction in cardiovascular disease risk. In this aspect, during the last years, nutritional strategies that include foods, functional foods, and dietary supplements from plants, have been developed for reducing the main atherosclerotic risk factors and promoting cardiovascular health. The purpose of this article is to review the updated evidence-based literature, from observational and clinical studies, regarding dietary approaches where phytochemicals and plant foods perform an eminent role as component of diet for maximal cardiovascular risk reduction.

 

Key words: Cardioprotection, lipid profile, plant foods, phytochemicals

 

 


INTRODUCCIÓN

 

A lo largo de la historia médica, ha sido bien evidente el agobio mundial tan creciente desatado por las enfermedades crónicas, padecidas principalmente por las poblaciones de adultos mayores, como una consecuencia general de la pérdida de sus funciones fisiológicas originadas debido a procesos de interacciones resultantes de múltiples enfermedades durante el curso de la vida (Darnton-Hill et al, 2001; Darnton-Hill et al, 2004); donde las enfermedades cardiovasculares, que comprenden enfermedad coronaria e infarto del corazón, constituyen la causa de muerte líder en el mundo principalmente en los países Latinoamericanos (Rich, 2006; Thomas y Rich, 2007; AHA, 2009; WHO), con costos médicos actuales ubicados dentro de los más elevados (Kosub, 2010).

 

Hoy en día, está bien establecido que una alimentación adecuada desempeña un importante rol tanto en el mantenimiento de la salud como en la prevención de enfermedades lográndose progresos hacia una cada vez mejor calidad de vida, a través de la implementación de las más óptimas estrategias dietéticas (Darnton-Hill et al, 2004; Anlasik et al, 2005; Block et al, 2007; Yahia et al, 2008; Delisle et al, 2009; Mente et al, 2009).  En este sentido, no hay dudas que dentro de los hábitos alimenticios saludables la dieta mediterránea basada en pescado, frutas, vegetales, aceite de oliva y vino; constituye la mejor directriz nutricional en la prevención del desarrollo de enfermedades crónicas, principalmente del tipo cardiovascular (De Lorgeril et al, 1999; Fung et al, 2009; Badimon et al, 2010); lo que la ha mantenido a lo largo de los años como base en el establecimiento de nuevos patrones dietéticos (Pérez-Guisado et al, 2008; AHA, 2009; Romaguera et al, 2009; Sofi, 2009; Massaro et al, 2010).

 

En este orden de ideas, hoy es evidente que un alto consumo de alimentos de origen marino, principalmente pescado, está asociado con un bajo riesgo de enfermedades del corazón indicándose a los ácidos grasos eicosapentaenoico [AEP (20:5 ω-3)] y docosahexaenoico [ADH (22:6 ω-3)] como los probables constituyentes activos proveedores de tales efectos benéficos que sirvieron de base para la subsecuente producción de los suplementos de aceite de pescado, revisados y discutidos muy recientemente (He, 2009, Malavé et al, 2009).  Los ácidos grasos ω-3 son ácidos grasos poliinsaturados que tienen su primer doble enlace en la tercera posición, cuando son contados a partir del metilo terminal de la molécula, siendo el más simple el ácido α-linolénico (18:3 ω-3), un derivado de las plantas presente en vegetales verdes y en aceites tales como ajonjolí (Malavé y Méndez-Natera, 2005), girasol (Malavé y Méndez-Natera, 2006) y maní (Malavé y Méndez-Natera, 2007); así como también, en cantidades un poco más elevadas, en linaza, canola, soya y nuez (USDA, 2006) como fuentes para su consumo a través de la dieta, con la dificultad de que dentro del cuerpo humano su conversión por elongación para originar otros ácidos grasos ω-3 de cadena más larga es bastante limitada (< 10%) (Goyens et al, 2005; 2006).  No obstante, diversos alimentos y suplementos provenientes de las plantas  han sido muy recomendados como componentes de la dieta debido a su extensa gama de fitoquímicos y nutrientes promotores de efectos benéficos para una óptima salud global (Liu, 2003; 2004; Mizrahi et al, 2009; Badimon et al, 2010; Massaro et al, 2010).

 

Hasta la fecha, son muchas las investigaciones relacionadas con estrategias y terapias dietéticas, basadas tanto en alimentos como en suplementos dietéticos, enfocadas hacia la prevención y reducción de los riesgos de las enfermedades cardiovasculares. En este aspecto, la finalidad del presente trabajo consiste en actualizar la asociación existente entre el consumo de alimentos y/o suplementos provenientes de las plantas y las enfermedades cardiovasculares mediante revisión de la literatura existente para dar a conocer los aspectos epidemiológicos más destacados.

 

Factores de riesgo y biomarcadores en las enfermedades cardiovasculares

 

Existe una diversidad de factores de riesgo involucrados en las enfermedades del corazón que pueden ser modificables o no modificables, donde estos últimos son aquellos imposibles de cambiar e incluyen los siguientes (Straus et al, 2002; Kozub, 2010):

 

Ø Edad, la propensión a eventos cardiovasculares tiene una asociación directa con la edad siendo una generalidad que las personas mayores estén en mayor riesgo.

 

Ø Sexo, los hombres tienen un riesgo mayor que las mujeres debido a que las hormonas femeninas proveen cardioprotección hasta la menopausia cuando los riesgos se igualan para ambos sexos.

 

Ø Historial familiar, las personas con antecedentes familiares de eventos cardiovasculares tienen mayor riesgo que aquellas sin tales antecedentes.

 

Ø Raza, los grupos étnicos negros y latinos tienen mayor riesgo que los blancos.

 

Ø Bajo peso al nacer, las personas que nacen con bajo peso tienen mayor riesgo que las que nacen con un peso considerado normal (alrededor de 3,5 Kg).

Además de los anteriores, existen los factores de riesgo modificables que comprenden aquellos que se pueden cambiar con la implementación progresiva de un estilo de vida cada vez más saludable. Durante las dos últimas décadas, los mayores esfuerzos de contención de estas enfermedades se han direccionado hacia la implementación de programas conducentes a la reducción de estos factores de riesgo modificables (Sarti et al, 1994; Carleton et al,  1995; Brownson et al., 1996; Luepker et al., 1996; Winkleby et al, 1996; Vartiainen et al., 2000; Noar et al., 2007; Hawkins et al., 2008; Papadakis y Moroz, 2008), a manera de concientizar a las comunidades en cuanto a los necesarios cambios en el estilo de vida que deben asumir frente a estos factores asociados de manera directa con el riesgo que en su mayoría incluyen: fumar, hipertensión, diabetes, dislipidemia, inactividad física, obesidad, alcohol, drogas y anticonceptivos (Bronner et al, 1995; Straus et al., 2002; Rosamond et al., 2008) establecidos como los factores de riesgo clásicos.

 

Hoy en día es un hecho muy bien conocido que las enfermedades inflamatorias constituyen un mecanismo clave en el inicio y la progresión de las enfermedades cardiovasculares (Sherer y Schoenfeld, 2002; Li, 2005; Li et al., 2007). No obstante, ya hacen cerca de dos siglos desde que ciertos cirujanos europeos identificaron los primeros indicios de tal relación (Kaperonis et al., 2006), no siendo sino hasta 1999 que Russell Ross (1999) categorizó a la aterosclerosis como una enfermedad inflamatoria. Al igual que para cualquier lesión tisular que responde a un estímulo inflamatorio, en el sistema cardiovascular se segregan citocinas y reactantes, denominados en conjunto mediadores de inflamación, los cuales desencadenan una serie de eventos relacionados con la oxidación de las lipoproteínas de baja densidad (LDL) que conducen a las lesiones ateroscleróticas  afectándose así su funcionalidad  (Boyle, 2005; Rodríguez et al., 2009; Sprague y Khalil, 2009). Durante la última década, diversos estudios epidemiológicos han sido conducidos utilizando estos mediadores de inflamación como factores predictivos para posibles eventos cardiovasculares (Fan y Watanabe, 2003; Stoll y Bendszus, 2006; Zairis, 2007), denotados como biomarcadores de inflamación, que incluyen a la proteína C reactiva de alta sensibilidad (hs-CRP) como la de mayor aplicación (Boroumand et al., 2008; Zacho et al., 2008; Arroyo-Espliguero et al., 2009; Calabrὸ et al., 2009). Otros estudios han demostrado que existe asociación entre los biomarcadores de inflamación y los factores de riesgo cardiovascular clásicos tales como dislipidemia, tabaquismo, hipertensión, diabetes y obesidad (Sánchez et al., 2004; Arena et al., 2006; Zhang et al., 2007; Niccoli et al., 2008; Tohidi et al., 2009).  La combinación de los biomarcadores de inflamación con los biomarcadores tradicionales, basados en el perfil lipídico (colesterol total, HDL, LDL y triglicéridos) constituyen la fórmula ideal de monitoreo sanguíneo para la predicción de posibles eventos de deterioro cardiovascular bastante útil sobre todo en individuos saludables en apariencia.

 

 

Fitoquímicos y cardioprotección

 

El prefijo “fito” deriva de la palabra griega phyto que significa planta; por lo tanto, el término fitoquímico se refiere a los químicos presentes en las plantas, definidos como compuestos bioactivos no nutrientes presentes en frutas, vegetales, granos y en cualquier parte de las plantas con efectos benéficos que contrarrestan el riesgo de las enfermedades crónicas (Liu, 2004). Puesto que estos compuestos, en general son promotores de la salud por sus propiedades preventivas de enfermedades, más allá de sus aportes básicos nutricionales, en los últimos años también se les ha denominado nutracéuticos (Wildman, 2007). La evidencia epidemiológica es fuerte al indicar que muchos nutrientes y fitoquímicos presentes en frutas, vegetales y granos enteros (vitaminas, minerales, antioxidantes y fibra), solos y aún mejor en conjunto, son los responsables de la aparente reducción del riesgo de las enfermedades cardiovasculares (Liu, 2004; Badimon et al., 2010).

 

Puesto que el desbalance lipídico en el plasma sanguíneo, sobre todo en los elevados niveles de colesterol factor de riesgo predominante para aterosclerosis y enfermedades cerebrovasculares y coronarias asociadas (Ginsberg y Stalenhoef, 2003; Meagher, 2004; Ballantyne et al, 2005; Steinberg, 2005), puede ser modulado a través de intervenciones dietéticas, grandes esfuerzos han sido direccionados a la búsqueda de agentes dietéticos efectivos en su control. En este aspecto, diversos estudios han documentado las bondades de los esteroles y estanoles, también llamados fitoesteroles y fitoestanoles, para cardioprotección debido a sus efectos hipocolesterolémicos (Calpe-Berdiel et al., 2009; Yanni, 2008); lo que ha permitido su inclusión en diferentes productos de consumo dietético (Kamal-Eldin y Moazzami, 2009; Deng, 2009). A diferencia de los animales que sintetizan colesterol como su esterol principal, las plantas lo producen en cantidades insignificantes y en su lugar originan una serie de compuestos esteroles y estanoles (forma saturada de los esteroles) análogos relacionados estructuralmente (Figura 1), lo cual sugiere una posible competencia entre estos fitoquímicos y el colesterol por la solubilidad micelar en el intestino, luego de la ingesta de alimentos, evitándose así la absorción de este último con el consecuente descenso de sus niveles en el plasma sanguíneo (Ikeda et al., 1989; Ling y Jones, 1995; Ostlund, 2002). 

 

 

 

 

Hidroxitirosol

Resveratrol

 

Figura 1. Estructuras representativas  de diferentes fitoquímicos de importancia en el riesgo de las enfermedades cardiovasculares.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En tal sentido, los humanos pueden disponer de los esteroles y estanoles de plantas a través de aceites vegetales, nueces, semillas, cereales, frutas y vegetales o de sus suplementos (Piironen et al., 2000; Deng, 2009). Adicionalmente, existe una diversidad de alimentos funcionales, que utilizan estos fitoquímicos como ingredientes, disponibles en diferentes expendios del mundo e incluyen margarina, mayonesa, aderezo para ensaladas, queso, yogur, leche, jugo de naranja y salsa para carne, entre otros (Berger et al., 2004; Kamal-Eldin y Moazzami, 2009). A pesar de que el consumo de estos compuestos por lo general es considerado seguro (Normén et al., 2005; Patch et al., 2006) y ampliamente recomendados por diferentes organismos internacionales, como componente de la dieta para cardioprotección (NHF, 2001; IAS, 2003; FDA, 2010a; 2010b), existen estudios en humanos cuyos resultados son controversiales.

 

En tal aspecto, algunos autores indican que no hay asociación entre su consumo y las enfermedades cardiovasculares (Wilund et al., 2004; Pinedo et al., 2007; Windler et al., 2009); mientras que otros resultados, además de sugerirlos en dosis no muy elevadas debido a que en el intestino a su vez pueden inhibir la absorción de otros fitoquímicos liposolubles como la vitamina E y los carotenoides, entre otros (Gylling y Miettinen, 1999; Gylling et al., 1999; Hallikainen et al., 1999; Hendriks et al., 1999; Plat et al., 2000), también otros estudios sugieren sus efectos desfavorables de que más bien incrementan los riesgos de las enfermedades cardiovasculares en pacientes con elevados niveles de esteroles (sitosterol y campesterol) en plasma debido principalmente a que pueden inducir aterosclerosis prematura (Assmann et al., 2006; Sudhop et al., 2002, Weingärtner et al., 2008) por sus estructuras bastante similares al colesterol (Figura 1).

 

A pesar de que las evidencias indican a los fitoesteroles y fitoestanoles como beneficiosos para cardioprotección por sus efectos hipocolesterolémicos (Deng, 2009; Kamal-Eldin, 2009; Badimon et al., 2010), con un consumo sugerido no mayor a 3,4 g/día (Rulis, 2003), parece que aún no está muy claro el rol que desempeñan con respecto a las enfermedades cardiovasculares por lo que se requieren estudios adicionales.

 

De acuerdo con diversos estudios epidemiológicos y clínicos, el consumo de fitoquímicos polifenólicos en general mantienen una relación inversa con los factores de riesgo de enfermedades crónicas incluyendo a las cardiovasculares (Badimon et al., 2010; Massaro et al., 2010).  Estos compuestos polifenólicos están presentes en frutas y vegetales, destacando al aceite de oliva extra virgen y al vino tinto como las fuentes de los antioxidantes hidroxitirasol y resveratrol (Figura 1), respectivamente, como los fenoles mayoritarios responsables del efecto benéfico (Tripoli et al., 2005; Covas et al., 2006; Shen et al., 2007;  Berrougui et al., 2009; Correa et al., 2009;  Kroon et al., 2010). No obstante, hay que tener en cuenta ciertos hallazgos provenientes de estudios en animales, donde el hidroxitirasol algunas veces más bien promueve el desarrollo de las lesiones ateroscleróticas (Acin et al., 2006); mientras que otros señalan una coincidencia antiaterogénica tanto para el resveratrol como para el vino tinto (Wang et al., 2005; Do et al., 2008) que no se cumple en los experimentos con hidroxitirasol y aceite de oliva, observándose el usual efecto benéfico sólo donde se usa el aceite (González-Santiago et al., 2006; Arbones-Mainar et al., 2007). Estos reportes apoyan el concepto de que los productos elaborados, enriquecidos con compuestos fenólicos, podrían ser tanto benéficos como dañinos a menos que la formulación base de sus alimentos funcionales se asemeje, tanto como sea posible, a la matriz natural que los contiene.  En este aspecto, lo más recomendable es consumirlos directamente a través del aceite de oliva y, de forma moderada, a partir del vino tinto.

 

Alimentos de plantas y enfermedades cardiovasculares

 

Los estudios sobre la asociación entre las enfermedades cardiovasculares y el consumo de alimentos de plantas datan desde hace ya bastante tiempo, donde algunos resultados sugieren que existe una asociación inversa en la incidencia de infartos con el consumo de fibras (Ascherio et al, 1998; Oh et al, 2005) y de frutas y vegetales (Hirvonen et al, 2000; Sauvaget et al, 2003; He, 2006); mientras que en otros no hay asociación significativa (Gillman et al, 1995; Yokoyama et al, 2000) o hay inconsistencias en los resultados (Keli et al, 1996; Key et al, 1996; Ness y Powles, 1997; Joshipura et al, 1999; Yochum et al, 1999; Johnsen et al, 2003). Existen pocos estudios relacionados con subgrupos de vegetales. En este aspecto las crucíferas, tal como el brócoli, han sido recientemente recomendadas por reducir los riesgos en la incidencia de infarto isquémico y hemorragia intracerebral (Mizrahi et al, 2009).  En adición al consumo de frutas, algunos reportes han mostrado una asociación inversa con respecto al riesgo de enfermedad cerebrovascular  y de infarto isquémico (Key et al, 1997; Joshipura et al, 1999; Johnsen et al, 2003), siendo tal asociación marcadamente fuerte en la reducción de este último mediante el consumo de frutas cítricas (Mizrahi et al, 2009) conocidas como las mayores fuentes de flavonoides (Manach et al, 2004). El consumo de frutas también tiene efectos cardioprotectivos debido a que reduce la presión sanguínea (John et al, 2002; Mizrahi et al, 2009), el principal factor de riesgo para infarto (PSC, 2002; Stanley et al, 2003).

 

La diversidad de estudios revisados es bien consistente al mostrar que la mayoría de los factores de riesgo cardiovasculares como hipertensión, diabetes, obesidad y dislipidemia, son menos comunes en individuos que habitualmente consumen fibra (Flight y Clifton, 2006; Anderson et al, 2009; Estruch et al, 2009), tanto soluble (pectina, goma guar y b-glucano) como insoluble (celulosa y lignina) en agua, presente en alimentos con alto contenido que incluyen trigo, soya, avena y granos enteros; siendo estos últimos los más beneficiosos en la prevención y control de las enfermedades (Anderson et al, 2000; Jacobs et al, 2000; Seal, 2006; Mellen et al, 2008). Las fibras han sido ampliamente utilizadas como aditivos en diferentes productos de consumo que reducen los riesgos cardiovasculares actuando principalmente en la reducción del colesterol LDL y del colesterol total en sangre, sin cambios considerables en los niveles de triglicéridos y colesterol HDL, de acuerdo con algunos estudios clínicos (Braaten et al, 1994; Hunninghake et al, 1994; Zunft et al, 2001; 2003;  Deng, 2009).  No obstante, en un estudio reciente no se encontró asociación entre el consumo de cereales, a base de granos enteros o refinados, y la incidencia de enfermedades cerebrovasculares (Mizrahi et al, 2009).

 

La conducción de diferentes estudios también han evaluado los beneficios hipocolesterolémicos de la proteína de soya y sus productos (Dewell et al, 2006; Sacks et al, 2005; Harland y Haffner, 2008; Hooper et al, 2008; Mateos-Aparicio et al, 2008). Las preparaciones a base de proteínas de soya son enriquecidas con isoflavonas, conocidas como fitoestrógenos, cuya eficacia hipocolesterolémica aún no está del todo clara debido a las inconsistencias de algunos estudios indicativos de que si hay reducción del colesterol (Anthony et al, 1998; Merz-Demlow et al, 2000; Wangen et al, 2001; Clerici et al, 2007), mientras que en otros no hubo ningún efecto (Simons et al, 2000; Jenkins et al, 2002; Lichtenstein et al, 2002; Weggemans et al, 2003; Kreijkamp-Kaspers et al, 2004; Sacks, 2005). Tales inconsistencias requieren más estudios para establecer la efectividad de los fitoestrógenos como agentes hipocolesterolémicos.

 

Durante los últimos años el aguacate se ha destacado como uno de los frutos más versátiles tanto en la nutrición como en la salud humana debido a su gama de fitoquímicos promotores de la salud más allá de sus aportes básicos nutricionales (Pérez-Rosalez et al., 2005). A pesar de que el aguacate contiene bajos niveles de azucares simples, sus apreciables niveles de fibra dietética lo catalogan como el más alto en fibra entre las frutas con diferentes polisacáridos que incluyen fibra dietética soluble [hemicelulosas y pectina] e insoluble [celulosa y lignina] (Sánchez-Castillo et al., 1995). Con respecto a las demás frutas, el aguacate tiene una diferencia pronunciada debido a su alto contenido de lípidos, constituidos mayormente por triglicéridos (Seymour y Turker, 1993), que son una fuente de ácidos grasos monoinsaturados (Duester, 2000; Bora et al., 2001; Ikhuhoria y Maliki, 2007; Takenaga et al., 2008), que lo asemejan al aceite de oliva (Freitas et al., 1993; Kritchevsky, 2003; Infojardín, 2009). En este orden de ideas, muchos autores han recomendado el consumo de este fruto dentro de una dieta nutritiva debido a la efectividad de su aceite en el control de las dislipidemias al reducir los riesgos asociados con los niveles séricos de colesterol y triglicéridos (Colquhoun, 2000; Sánchez et al, 2003; Souki et al, 2003; Díaz y Toro, 2004; Anderson et al, 2009) con una consecuente reducción de padecimientos aterogénicos (Kritchevsky, 2003; Paris, 2004).

 

En estudios clínicos llevados a cabo por Carranza et al., (1997), se encontró que una dieta enriquecida con aguacate produjo una reducción significativa no sólo en el colesterol LDL o colesterol “malo”, sino también en el colesterol total en pacientes hipercolesterolémicos, aunado a los altos niveles de ácidos grasos monoinsaturados del aguacate (Ikhuhoria y Maliki, 2007; Guzmán-Gerónimo y Dorantes, 2008; Takenaga et al., 2008), que en conjunto sugieren considerables efectos benéficos a la salud al favorecer la formación del HDL o colesterol “bueno”, con efectos que ayudan a reducir los riesgos de desarrollar arterosclerosis. Entre los estudios clínicos llevados a cabo en Venezuela, relacionados con el consumo de aguacate y los niveles lipídicos en adultos, cabe mencionar los realizados por Souki et al. (2003) y, más recientemente, Anderson et al. (2009); cuyos resultados sugieren la incorporación de este fruto en la alimentación por sus beneficios a la salud cardiovascular.

 

A lo largo de la historia las hierbas y especias han sido extensivamente utilizadas con fines médicos y culinarios (Tapsell et al, 2006), siendo catalogadas como uno de los primeros alimentos funcionales debido a su amplia gama de nutrientes y fitoquímicos bioactivos que pueden actuar sinérgicamente, solas o adicionados a otros alimentos, influenciando diversos sistemas en el cuerpo que disminuyen los riesgos de las enfermedades crónicas como las cardiovasculares (Kochhar, 2008); con un consecuente mercado de suplementos dietéticos demandado por sus beneficios a la salud (Parthasarthy  et al, 2008), a base de canela, ajo, cebolla, curry, laurel, espinaca, comino, pimienta, etc. (Mann, 2011). Dentro de esta gama, el ajo ha sido convincentemente relacionado con amplios beneficios para la salud cardiovascular debido a sus efectos antitrombóticos, hipolipidémicos, hipocolesterolémicos y antihipertensivos (Block, 1998, Iyer et al, 2009; Mann, 2011); en tanto que la cebolla previene la arteriosclerosis (van Wyk y Wink, 2005).

 

 

CONCLUSIONES

 

 

A pesar de las inconsistencias reportadas en algunos estudios, el cúmulo de evidencias con respecto a los beneficios de los alimentos provenientes de las plantas en la reducción del riesgo de las enfermedades cardiovasculares en general es concluyente.  No obstante, tales inconsistencias podrían atribuirse a que el posible efecto cardioprotectivo varía dependiendo no sólo del tipo de alimento y de las cantidades consumidas, sino también de cada muestra poblacional estudiada con diferencias en sexo, edad y sobre todo en los estilos de vida individual que pueden ser bastante diversos debido principalmente a que sólo se cuenta con la ética de cada participante, quienes pueden ser poco serios al negar que fuman, beben e incluso que incumplen las dietas ya que, a diferencia de los estudios con animales, las muestras humanas escapan de un monitoreo y supervisión controlado.

 

Los suplementos y alimentos funcionales a base de fitoquímicos, constituyen una cómoda y valiosa alternativa para su consumo; sin embargo, se considera que el consumo de sus fuentes vegetales en forma directa, tal como lo proveen las plantas en su totalidad, proporciona otros nutrientes adicionales que en combinación conforman un paquete sinergístico para una más efectiva reducción del riesgo cardiovascular, en especial cuando se trata del consumo frecuente de frutos como el aguacate, de cítricos como la naranja de vegetales crucíferos como el brócoli y de aditivos culinarios como el ajo.

 

 

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